«Aún no se ha
dormido y le hizo un trato al colchón,
y con su espuma
se forró el corazón;
Anoche era de
piedra y al alba era de mimbre
Corazón
de mimbre, Marea
Hay veces que incluso los
genios juegan con el corazón. Habrá ocasiones que disimulen o que griten a los
cuatro vientos que lo tienen de acero. Otros no tienen reparo en decir que
sienten y padecen.
Todos queremos que nuestro
corazón sea inquebrantable. El quebranto de nuestro órgano vital significa
dolor y sufrimiento―ya sea metafórico o físico―, una ruptura amorosa basada en
la tortura y la dominación o una operación a corazón abierto de alguno de
nuestros progenitores. Un dardo a la izquierda del pecho e instantáneamente
todo lo coloreado de verde se vuelve gris. De la luminosidad a la oscuridad. Otras
veces da título a canciones que marcan una época ―Unchain My Heart―, dando paso a una liberalización personal.
La novedad también nos
toca la fibra. La frescura de las acciones o de los acontecimientos nos lleva a
lugares cómodos y ágiles. En la era en que se valora la libertad como concepto
vacuo y sin definición concreta, en otras palabras, tan solo querer ser libres
sin importarnos la sociedad que nos rodea mientras nosotros podamos desarrollar
nuestros intereses privados sin demasiadas trabas, todo lo que proviene de la
improvisación nos llena de gozo y alegría. Romper con lo planificado durante
unas horas y respirar se acaba convirtiendo en un espejismo efímero. La verde
esperanza que pinta nuestro corazón se vuelve a oscurecer cuando la realidad se
sale del molde.
En un mundo en el cual
tenemos que seguir remarcando lo obvio, el verbo «descorazonar» podría ser la
palabra clave de muchos rincones del globo. Aquí es cuando el corazón tiende a
romperse y quizá se nos esfumen las ganas. Tendríamos que quitar esa palabra de
nuestro vocabulario. Pensar en algo descorazonador ya es, de por sí,
descorazonador.
No importa de qué color
pueda ser la válvula que nos lleve a bombear la fuerza con la que afrontar la
vida. Mientras el color siga brillando, habrá esperanza.
Dibujo de Rocío Mira