domingo, 5 de abril de 2020

La Casa de Papel: de chicles y derivas


En mitad de todo el confinamiento y la extensión del estado de alarma por parte del ejecutivo español, a más de medio mundo le ha tocado durante todo el primer fin de semana de abril del año dos mil veinte cambiarse las mascarillas protectoras por las caretas de Dalí.

La cuarta temporada de La Casa de Papel había llegado a Netflix y el público, ansioso y avaro de las nuevas aventuras de la banda, no iba a dejar pasar la oportunidad de maratón. El nesting obligado, que dirían algunos.  

El maratón a conciencia. Algo que busca la serie: que le des al siguiente capítulo, ya que hasta que no pasa el cuarto capítulo de la temporada, no empieza a tener sustancia y acción.

Quizá el tener que esperar hasta que pase algo es un elemento de la serie en sus últimas dos temporadas, debido a cierta deriva que se empezó a tomar desde la tercera temporada. Pasaron a un segundo plano las críticas al sistema bancario, los discursos críticos contra una clase política y económica especuladora para dejar paso a que el ámbito de las relaciones personales y sentimentales cobren un mayor protagonismo durante la serie.

Una ventana que no se terminó de abrir y que uno siempre esperaba.

A cierto público con una tradición sociocultural determinada, entendida esta por conceptos más globales y críticos desde una óptica progresista, puede ser que les dejase fríos. Podéis meterme en ese cajón de sastre.

No obstante, es de recibo apuntar que en esta cuarta temporada hay alguna píldora de este estilo: el discurso de Nairobi al bajar a la fundición de oro, apelando al miedo y con una retórica obrerista marcada. «Vosotros sois obreros, sois soldadores, los tíos más duros que yo he conocido en mi puta vida. Mis chicos de oro.», rezaba el personaje interpretado por Alba Flores. También el odio que mueve al Profesor para pasar a una ofensiva minero-militar que retornará a Lisboa a la senda de la banda y la introducirá dentro del Banco de España. No sin antes agitar el árbol de la opinión pública y del periodismo (algo que también podría haber sido más explotado en la serie).

La sensación de estirar el chicle en estas dos últimas temporadas me ha rondado la cabeza permanentemente. Con lo bonito que hubiese sido salir de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre con todo el botín, dos temporadas muy notables y quedar en el recuerdo como uno de los productos audiovisuales nacionales mejor hechos de la década.

Pozos narrativos que no se terminaron de explorar, celos dentro de la banda y la incertidumbre de quién morirá. Incluso una tensión irresuelta constante de las masculinidades, intrínseca en los personajes de Denver y Río. Por no hablar de que de repente nos cuelan un personaje transexual (interpretada por una actriz cis).

Luces y sombras dentro una Casa de Papel que se va estirando como un chicle mascado durante horas.

Podría ser como ese estribillo interpretado por Najwa Nimri aka Alicia Sierra junto con el rapero zaragozano Kase.O en el último disco de este:

«No sabes bien lo bien que sabes
Tú haces fantasías, realidad
Vamos a unir nuestras dos mitades
Mitad y mitad, mitad y mitad»

Habrá quinta temporada, esperemos que no nos vuelva a pillar confinados.

Entre la gloria y tú