En mitad de todo el confinamiento y la extensión del
estado de alarma por parte del ejecutivo español, a más de medio mundo le ha
tocado durante todo el primer fin de semana de abril del año dos mil veinte
cambiarse las mascarillas protectoras por las caretas de Dalí.
La cuarta temporada de La Casa de Papel había llegado a Netflix y el público, ansioso y
avaro de las nuevas aventuras de la banda, no iba a dejar pasar la oportunidad
de maratón. El nesting obligado, que
dirían algunos.
El maratón a conciencia. Algo que busca la serie: que le
des al siguiente capítulo, ya que hasta que no pasa el cuarto capítulo de la
temporada, no empieza a tener sustancia y acción.
Quizá el tener que esperar hasta que pase algo es un
elemento de la serie en sus últimas dos temporadas, debido a cierta deriva que
se empezó a tomar desde la tercera temporada. Pasaron a un segundo plano las críticas al sistema bancario, los
discursos críticos contra una clase política y económica especuladora para
dejar paso a que el ámbito de las relaciones personales y sentimentales cobren
un mayor protagonismo durante la serie.
Una ventana que no se terminó de abrir y que uno siempre
esperaba.
A cierto público con una tradición sociocultural
determinada, entendida esta por conceptos más globales y críticos desde una
óptica progresista, puede ser que les dejase fríos. Podéis meterme en ese cajón
de sastre.
No obstante, es de recibo apuntar que en esta cuarta
temporada hay alguna píldora de este estilo: el discurso de Nairobi al bajar a
la fundición de oro, apelando al miedo y con una retórica obrerista marcada. «Vosotros
sois obreros, sois soldadores, los tíos más duros que yo he conocido en mi puta
vida. Mis chicos de oro.», rezaba el personaje interpretado por Alba Flores. También
el odio que mueve al Profesor para pasar a una ofensiva minero-militar que
retornará a Lisboa a la senda de la banda y la introducirá dentro del Banco de
España. No sin antes agitar el árbol de la opinión pública y del periodismo
(algo que también podría haber sido más explotado en la serie).
La sensación de estirar el chicle en estas dos últimas
temporadas me ha rondado la cabeza permanentemente. Con lo bonito que hubiese sido salir de la Fábrica Nacional de Moneda y
Timbre con todo el botín, dos temporadas muy notables y quedar en el recuerdo
como uno de los productos audiovisuales nacionales mejor hechos de la década.
Pozos narrativos que no se terminaron de explorar, celos
dentro de la banda y la incertidumbre de quién morirá. Incluso una tensión
irresuelta constante de las masculinidades, intrínseca en los personajes de
Denver y Río. Por no hablar de que de repente nos cuelan un personaje
transexual (interpretada por una actriz cis).
Luces y sombras dentro una Casa de Papel que se va
estirando como un chicle mascado durante horas.
Podría ser como ese estribillo interpretado por Najwa Nimri aka Alicia Sierra junto con el rapero zaragozano Kase.O en el último
disco de este:
«No sabes bien lo bien que sabes
Tú haces fantasías, realidad
Vamos a unir nuestras dos mitades
Habrá quinta temporada, esperemos que no nos vuelva a
pillar confinados.