domingo, 15 de marzo de 2020

Coprotagonistas (I): En la fábrica


El presidente del Gobierno decretó el estado de alarma. Dijo, tras una emisión en directo dada por todas las cadenas, que los ciudadanos teníamos los movimientos restringidos.

«Solo podrán salir para ir al trabajo».

«Pero qué te crees que hago yo, macho», se dijo Joaquín mientras masticaba unos noodles tirado en el sofá. Era la hora de cenar.

Su vida no ha cambiado demasiado a pesar de todo. Únicamente tendría que tomar más precauciones en el trabajo. La empresa se puso bastante severa. Guantes y mascarilla para todos. Controles de temperatura al entrar y al salir. Pero tenéis que seguir viniendo. A cargar cajas y a sudar. A seguir tensando los músculos.

Pero la rutina de los trabajadores seguirá siendo la misma: de casa al trabajo y del trabajo a casa.

Encima, como han disminuido los transportes, tengo que andar quince minutos más hasta llegar a la fábrica. Mayor exposición en la calle y mayor carga de trabajo dentro de la fábrica.

Los turnos, cargando palés y colocando todos los alimentos que llegaban, eran infernales. Se aproximaban días duros.

Alfredo, uno de los mozos de almacén, dijo nada más llegar: «Ánimo chavales, estamos haciendo un servicio público». Pero los beneficios no irán todos a las arcas del Estado.

Y era verdad. Por su fuerza de trabajo, el resto de españoles tenían cada día los estantes de los supermercados llenos.

Pasaron dos horas, estaban en el descanso. Alfredo puso la radio:

«Vemos muchas fotos en redes sociales de los pasillos de los supermercados prácticamente vacíos. Alimentos perecederos y productos de limpieza principalmente».

―¿Ves, Juaqui? Estamos aquí salvando al país para que don Pelayo se limpie el culo.

―Como siempre, Alfredito, eso no cambia. Pero la compra no se la hace su mujer ni él mismo, se la hace una colombiana que tienen interna en casa. Con pandemia o sin ella.

Sonrieron y apuraron el bocadillo.

Siguieron trabajando. Sin parar.

En la vuelta a casa, el control policial aumentó. Había policías locales controlando el tráfico y preguntando a la gente que a dónde iban. Se esforzaban en que todos mantuvieran la distancia de seguridad.

Joaquín siguió andando hasta llegar a casa con extrema prudencia.

Volvió a cenar noodles. Le empezó a doler el estómago.

Mañana tendría que volver al trabajo.

Los informativos decían que el número de contagiados había aumentado.

Vio que no tenía café. Mañana tendría que ir al trabajo sin desayunar.

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